Diego Otero Prada

Sí, pero no por las razones de los ortodoxos. No se requiere una reforma tributaria por razones de sostenibilidad fiscal y deendeudamiento público.

Me explico, el poder de colocar impuestos de los gobiernos tiene varios objetivos, y uno de ellos, es el de contribuir a mejorar la distribución de ingresos y acabar con las injusticias.

Así visto, la reforma tributaria de Colombia debe concentrarse en definir unos impuestos progresivos y gravar fuertemente a los altos ingresos y las empresas, especialmente las del sector financiero que no tienen ninguna utilidad social, el capital ficticio improductivo como lo llamaba Carlos Marx. Gravar la tierra improductiva, para lo cual el impuesto predial es un arma efectiva. Acabar con las exenciones y subsidios de todo tipo a las empresas que no tengan sentido, muchas de ellas que vienen de hace años, como las del sector hotelero.

Romper con la evasión fiscal y la corrupción.  Parar el gasto militar, nada de tanquetas para el Esmad, que solo sirven para atentar contra la ciudadanía, nada de aviones jets para invadir a Venezuela bajo instrucciones de los Estados Unidos. Eliminar los gastos suntuarios, los altos salarios para los magistrados, los parlamentarios y la justicia en general, que son medidas para cooptar a estos funcionarios. Eliminar los gastos suntuarios como propaganda para mejorar la imagen del presidente Iván Duque, pago de asesores innecesarios, gastos de viaje, viáticos, publicidad. Ser austeros en el gasto que no quiere decir, como lo pretenden los gremios, achicar al Estado dentro de su visión de pura ortodoxia neoliberal, como votar empleados y bajarles los salarios.

Colombia es un país con soberanía monetaria restringida. Tiene su propia moneda, el peso, se puede endeudar en pesos y en teoría podría utilizar emisión monetaria o un crédito del Banco de la República.

Sin embargo, al endeudarnos en dólares o euros, caemos en manos de las organizaciones internacionales y las calificadoras de riesgo, que solamente sirven a los intereses del capitalismo financiero, el verdadero poder en esta transformación del capitalismo.

Por otra parte, la constitución de 1991 es muy neoliberal en lo económico y puso una talanquera muy grande para que el Banco de la República pudiera emitir o prestarle recursos al Gobierno nacional, al colocar como condición que para que esto se diera tendría que ser aprobado unánimemente por los miembros de la Junta directiva del Banco de la República. Es decir, un imposible dado que todos los miembros actuales y el gerente del Banco de la República, un neoliberal anticuado, se opondrían. Sería necesario cambiarlos a todos y modificar la constitución en este punto como en otros de tipo económico.

Igualmente, acabar con la regla fiscal, otra ley neoliberal diseñada para que el estado no pueda cumplir su deber constitucional de llegar al pleno empleo, y cuyo objetivo es empequeñecer al estado.

Entonces, para ser realistas, estamos en una encrucijada, porque no quedaría sino endeudarse en pesos o en dólares. Y ahí está el problema porque nuestro mercado interno de capitales es limitado. Todo está hecho para que el gobierno nacional tenga que acudir al sector financiero internacional y sea objeto de la política ortodoxa de las agencias internacionales que, normalmente, imponen la austeridad para que los gobiernos puedan pagar sin problemas los préstamos internacionales. Para ellos primero es el capital financiero y finalmente las necesidades de los pueblos. Mírese el ejemplo de Grecia, como la aprisionaron, la dominaron, la llevaron a reformas contra su pueblo.

Hoy es muy claro que se requiere una alianza latinoamericana y fortalecer al sector financiero público de la región, con mecanismos tal como se propuso en el pasado del Banco del Sur. El capital financiero es un freno a la independencia y a tener economías sólidas para beneficio de los pueblos latinoamericanos. De ahí que una propuesta es la que las deudas externas se renegocien para tener espacio para gastar por los gobiernos.

En Colombia como en Europa y otros países, las reglas que imponen límites al déficit fiscal y al endeudamiento público fueron hechas a dedo. No hay ningún estudio de por qué el déficit fiscal no puede ser superior a 2, 3 o 4 por ciento. Hoy en Europa se discute eliminar esas reglas y dejar que cada país decida que es lo mejor. Hay que hacerlo igualmente en Colombia.