Desde febrero de 2019, los coordinadores y miembros de la Misión Internacional de Sabios hemos venido proponiendo construir una sociedad basada en el conocimiento, equitativa y sostenible social y ambientalmente. Abrigamos la esperanza de que las propuestas de la Misión aporten elementos al escenario de pandemia y crisis múltiple que vivimos.
Un efecto de la crisis de salud, económica, industrial, cultural, de equidad y de gobernanza que vive nuestro país es el resurgimiento de la sociedad civil colombiana. Grupos de universidades, de empresarios, de emprendedores, organizaciones sociales, de jóvenes y de ciudadanos han
iniciado encuentros y procesos de reflexión que, además de generar propuestas para mejorar la democracia y los derechos de las personas, han dejado abiertos múltiples espacios de diálogo.
Las reformas que requiere el país no son marginales ni puntuales. Son de fondo y sus resultados solo se verán en el largo plazo, pero deben adoptarse de inmediato para que la niñez y la juventud puedan aspirar a un mejor futuro. La inequidad, el hambre, la debilidad de nuestros sistemas de salud y educación, el deterioro del medio ambiente, la desindustrialización, el recrudecimiento de la violencia selectiva y la incapacidad de acción colectiva son problemas estructurales cuya solución no puede seguir aplazándose.
Una de las principales lecciones de la pandemia es reconocer el valor de la ciencia, entendida como el proceso sistemático y verificable de experimentación y aprendizaje de la Humanidad acerca de la naturaleza y de sí misma. En un horizonte donde se esperan amenazas mayores a la salud de las personas y del planeta, cambio climático y conflictos sociales de gran envergadura, las políticas públicas y la acción coordinada internacional tienen en la ciencia y en las prácticas científicas la fuente principal de soluciones.
El proyecto que propone la Misión de Sabios no le apunta a una simple reactivación sino a una reconfiguración de la economía y a una transformación de la sociedad. En este proyecto, el acceso a la educación en todos los niveles debe ser universal. El trabajo más calificado de todas y todos, así como el conocimiento, han de ser reconocidos como apalancadores de riqueza, salud y bienestar nacional. La creación en las artes y en las ciencias debe convertirse en opción real para la juventud, en cuanto desarrolla la identidad de nación y el aprecio por la vida en todas sus manifestaciones. El reconocimiento del quehacer científico y la integración de la capacidad científica del país abren fronteras insospechadas y le dan fundamento a su transformación. Los bosques y recursos continentales y marinos deben usarse y protegerse racionalmente.
La bioeconomía, entendida como el proceso disruptivo que usa el conocimiento para la gestión sostenible circular de los recursos renovables, reposiciona la agricultura y el manejo de las aguas y los suelos como factores de desarrollo equilibrado y generador de empleo altamente productivo. La bioeconomía también permite guardar un equilibrio con la naturaleza y enmarcar los procesos de creación de industria a partir de la bioinnovación. Si los recursos naturales no se ponen en primer plano, no habrá futuro promisorio para nadie. El planeta está enfermo y Colombia no es la excepción.
Lo propuesto por la Misión para los programas educativos – preparar a las niñas y a los niños para el manejo de la incertidumbre y de la complejidad – es ahora indispensable y beneficiará a toda la sociedad. Las perspectivas de esta y otras pandemias y el avance desordenado del cambio climático no dan espera.
La apropiación de tecnología es también importante como elemento transformador en todos los sectores de la sociedad. La experimentación de múltiples soluciones para resolver los problemas; la atención a las iniciativas de los territorios, y la disposición a pensar más allá de las propuestas de reforma tradicionales deben orientar los fértiles diálogos que la protesta social y la agudización de la inequidad han suscitado.
Reconstruir el tejido social rural, transformar la agricultura en actividad sostenible, altamente productiva, regenerativa, climáticamente inteligente y orientada a la seguridad alimentaria; cerrar la brecha entre la ciencia y la industria, principalmente en el sector de la salud; optar por energías que protejan efectivamente el medio ambiente y generen valor económico, y fortalecer la capacidad productiva de los sectores creativos y culturales son parte de nuestros propósitos y puntos para una discusión en medio del gran diálogo nacional que se está llevando a cabo.
La coyuntura que vivimos invita al cambio y a la transformación. Observamos que en las movilizaciones, los ciudadanos – especialmente los jóvenes – están luchando por causas diversas en medio de un dolor histórico común, y todos comparten la necesidad de un viraje en los asuntos públicos del país. El llamado es urgente y exige una coordinación eficaz.
No menos importante es la responsabilidad de transformarse que tiene el sector privado. Todos los sectores sociales y económicos que compartimos la necesidad de reformas y de cambio de rumbo debemos actuar al unísono.
La agitación de los espíritus y la protesta se comprenden; sin embargo, el respeto y el diálogo abierto, incluyente, desde los espacios locales a los regionales y de allí al gran espacio nacional, son indispensables para construir el proyecto de país que orientará estas reformas.
La sociedad civil colombiana tiene hoy una oportunidad única de confluir para ser interlocutor determinante del Estado y asegurar las reformas indispensables que nos permitirán transformar al país y enrutarlo hacia la sociedad equitativa y sostenible a la que todas y todos aspiramos.
Esta sociedad civil está representada hoy por las universidades, los centros de pensamiento y las academias que han promovido diálogos; las organizaciones sociales, empresariales, regionales, de jóvenes, de mujeres, de campesinos y trabajadores, de profesionales, y las que comienzan a configurarse, así como las iniciativas de democracia participativa.
Extendemos una invitación a superar las diferencias que en las últimas décadas han impedido el avance del proyecto de país y a establecer una ruta clara hacia el bienestar, el desarrollo humano y la sostenibilidad. Los miembros de la Misión de Sabios nos ponemos a disposición de ese gran encuentro integrador para construir un núcleo de acuerdos consensuados con la participación de territorios, sectores y comunidades.
Silvia Restrepo Restrepo, María del Pilar Noriega, Clemente Forero Pineda, Juan Manuel Anaya, Moisés Wasserman Lerner, Andrés Franco Herrera, Juan Benavides Estévez-Bretón, Edgar Puentes, Carmenza Duque Beltrán, Ana María Rey, Nubia Muñoz, Alex Jadad, Pablo Patiño Grajales, Camila Loboguerrero, Lina Paula Rodríguez Fernández, Carlos Jacanamijoy, Ramiro Osorio, Cristian Samper, Elizabeth Hodson, Germán Poveda, Esteban Manrique, Sara Victoria Alvarado, Ana Arjona, Carlos Gustavo Patarroyo, Tim Osswald, Jean Paul Allain, Orlando Ayala, Mónica Álvarez, Eliécer Arenas, Oscar Hernández, Juan Armando Sánchez Muñoz, Francisco de
Paula Gutiérrez Bonilla, Jaime Ricardo Cantera Kintz, Diego Alejandro Torres Galindo, Jairo Alexis
Rodríguez López, José Fernando Isaza, Eduardo Posada, Dionisio Laverde.